He encontrado esto leyendo por ahi y me he sentido aludida, se parece tanto a lo mio...
Llueve. Mira sus zapatillas chapotear en el asfalto. En su cabeza, cubierta con una capucha, las gotas emiten un sordo toc-toc-toc que se confunde con la música del mp3. Únicamente mira el suelo, y hace tiempo que no sabe por donde camina. Para cruzar las calles, tiene que girarse casi entero, debido a la escasa movilidad de su cabeza prisionera. Con el cuerpo encogido y con las manos en los bolsillos escucha rock and roll y se salta las canciones conflictivas, las que le traen recuerdos, las que le hacen pensar.
Ella en la cafetería de la playa, sus labios sorbiendo la pajita del batido. Ella saliendo de la puerta del aeropuerto, con su minúscula maleta y su cara de sueño. Ella sentada en el baño, quitándose los zapatos y sumergiendo sus pies. Ella apretando los ojos, la espalda arqueada, arañando la sábana.
El agua resbala ya por su cara sin poder esconderse. No cree que el abrigo aguante mucho más. Sólo iban a ser diez minutos hasta el hotel, antes de cambiar de idea y pasar de largo. Debía haber entrado, como siempre desde hace años, y haber subido a la habitación, con vistas a la piscina, nunca a la calle. Debía haberla encontrado, seguramente saliendo de la ducha, y debía haberla llevado a cenar al restaurante de al lado. Hablarían de su trabajo y de su nuevo corte pelo y de los planes para las vacaciones, y, pasados los postres y un par de gin tonics, aflorarían los comentarios sobre su escuálido matrimonio.
Él se compadecería, o solo sonreiría, o simplemente desviaría la conversación, y volverían a la habitación, a decirse lo que verdaderamente deseaban decirse. Pasarían uno, dos meses, antes de encontrarse de nuevo, y, en ese tiempo, él juraría unas doscientas veces no volver a verla, y cambiaría de idea otras doscientas. Cuando dejase de llamarla, o de responder a sus mensajes, ella acudiría ansiosa, buscándole, recordándole lo poco que faltaba para verse. Si él le insinuara que no podían seguir así, ella le daría la razón y le pediría perdón, pero también le diría que le necesita, y que no puede pensar en no tenerle en su vida, y que siempre le ha querido, aunque no supiera cómo hacerlo. Un día tendrían una conversación especialmente alegre, o divertida, después de ese periodo de oscuridad, y casi como si fuera la primera vez planearían de nuevo su próximo encuentro.
Su abrigo ha dejado ya de retener la lluvia. Se mira de reojo al pasar por un escaprate y ahí está, caminando sobre el asfalto encharcado y dejando el hotel atrás y el móvil vibrando sin cesar en su bolsillo y los puños apretados y la música del mp3 ahogando sus pensamientos; el tibio cuerpo de ella en su regazo, la cafetería de la playa, los aeropuertos, y aquel verano, muy, muy antiguo e infantil, resbalando de su memoria, inundando de besos las calles, las alcantarillas, los sumideros.
lo he sacado de aqui
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